El idilio de la prensa y la comunidad internacional con Obama continúa afianzándose. El presidente electo ha dado a conocer su gabinete, repleto de nombres ya conocidos para los periodistas estadounidenses y que cumple la promesa del propio Obama de crear un equipo transversal, con presencia de hombres expertos e, incluso, de otra formación política. Coincidirán conmigo en que las modas son propiedad de aquel que se encarga de propagarlas y no tanto de quien las crea. En este sentido, fue Sarkozy el primero en albergar en su gobierno a militantes de otros partidos, pero vista la devoción con la que el entorno estadounidense, incluida Europa, ha recibido la proclamación del santo Obama, no cabe descartar que ese modelo de “gobierno de los enemigos” se convierta en la tónica habitual. En todo caso y manifestando mis serias dudas de que algo así pudiera suceder en España, será necesario esperar para poder comprobarlo.
Del elenco de nombres propios que acompañan a Obama, el de Hillary Clinton es el más conocido y repetido. Que la ex candidata a la elección acepte el cargo de Secretaria de Estado, ministra de Asuntos Exteriores, es a la vez una muestra de humildad y una señal de confianza hacia lo que Obama pueda lograr al frente del gobierno estadounidense. En unos términos optimistas, podríamos plantear que ni siquiera Clinton quiere perder la oportunidad de participar en una administración que ha adquirido tintes históricos incluso antes de ponerse en marcha.
Además, con sus nombramientos Obama deja fuera de lugar a quienes dudaban de su capacidad y experiencia y gana en credibilidad ante los millones de votantes que no confiaron en él el 4 de noviembre. A la par, la legislatura que le espera al presidente electo es de tal dificultad, sobre todo por la crisis financiera, que el orden de prioridades para establecer el “cambio” tan avivado durante la campaña, podría variar en pro de objetivos más prácticos. También deberemos comprobar la capacidad de influencia de Obama entre sus consejeros, pues como él mismo ha afirmado, se ha rodeado de personalidades fuertes que propicien un debate encendido, aunque su opinión prevalecerá. Todo ello parece plausible, claro que, aprovechando un símil futbolístico, ningún equipo ficharía a Ronaldo si tiene acuciantes problemas en defensa.
Lo que sí deja claro el anuncio de Obama es que la dureza de sus palabras, tan obviada durante la campaña electoral, se ponen de relieve en estos primeros momentos de responsabilidad. No da como para caerse del guindo, pero los intereses de Estados Unidos seguirán siendo lo primero para el presidente 44 del país norteamericano. Una lectura que debe interesarnos especialmente para analizar el cambio de comportamiento de los gobiernos más cercanos respecto a Estados Unidos.
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