30 de septiembre de 2009

Irán contra el mundo

Si sabemos que un embargo es una decisión funesta para la población de un país ya de por sí pobre y que siembra la semilla del odio hacia quien la practica, pues las revueltas populares son aplastadas sin compasión; y sabemos también de las trágicas consecuencias de un bombardeo en los planos comentados. ¿Qué hacer cuando parece demasiado tarde para buscar otra alternativa?

Occidente, y también Rusia y China, ha desechado los siete últimos años en tomarse en serio la amenaza nuclear iraní porque, entre otras cosas, prefirió someter a sus opiniones públicas a intensas discusiones sobre el poder militar de Irak y la existencia de un eje del mal, caracterizado por una visión cortoplacista alarmante, como se ha constatado. Así que tras el último hallazgo de la voluntad pacífica iraní, asistimos a un período en el que habrá que observar el poder de la oratoria de algunos líderes sino queremos asistir a otra guerra centro-asiática.

(Imagen del lanzamiento de un misil por parte de Irán el pasado lunes 28 de septiembre)

La llave para evitarla la tiene, quién sino, Estados Unidos, siempre y cuando trate con interlocutores responsables no en Teherán, sino en Moscú. Después de la demostración estratégica realizada por EE.UU por la cual se crea un elemento que añade una tensión innecesaria al panorama internacional, para luego echarse atrás y ganarse un favor (la retirada del escudo antimisiles en las proximidades de Rusia es una versión actualizada del “poli bueno” y el “poli malo”) es momento de poner a prueba el grado de entendimiento entre la potencia mundial y la otrora enemiga declarada, pues sospechamos que ni siquiera Irán está gobernada por personajes tan estúpidos como para consumar su amenaza sin aliado de peso alrededor.

El debate se abre mañana jueves con la reunión de las potencias nucleares a la que asistirá Irán. Es una pena el retraso con el que se llega a este punto, pero esperamos, quizá inocentemente, que el recién estrenado frente antinuclear contra Irán, sirva para aplacar las intenciones de la teocracia islámica. Sobre todo porque el fracaso en este punto supondría una carrera atómica sin precedentes entre el resto de países de Oriente Medio. Y ese, desde luego, no es un panorama alentador.

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