24 de noviembre de 2009

Algún error respecto al Alakrana

Quizá sin darse cuenta, el portavoz socialista en el Congreso, José Antonio Alonso, parafraseaba al líder de la oposición, Mariano Rajoy, hace unos días al afirmar, tras la liberación del atunero “Alakrana”, que todo se había hecho correctamente, pues el mencionado barco navegaba en libertad. Aquellas palabras, como digo, eran muy similares a las pronunciadas por Rajoy en la rueda de prensa que ofreció en Génova sobre el caso Gürtel hace alrededor de un mes. Entonces, el jefe del Partido Popular sentenció que “en la vida, lo único que vale son los resultados”.

Los peligros de llevar hasta las últimas consecuencias ese predicamento supondrían la consagración del fin por encima de los medios y en el caso de España, por ejemplo, la aceptación de cierto nivel de corrupción si los dirigentes públicos atienden a alguna de nuestras necesidades como ciudadanos. Por tanto, personalmente me desmarco de esa afirmación, a falta de matices.
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Varios portavoces, disparidad de mensajes...
no es posible establecer una estrategia
comunicativa sin una hoja de ruta política
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En cuanto a su utilización para el caso del “Alakrana” lo considero, simplemente, un error. Es entendible la defensa de un miembro del partido en el Gobierno de la actuación del mismo, pero las extralimitaciones son un peligro a considerar en las declaraciones públicas. Más aún cuando la crítica publicada es unánime al indicar, de una u otra manera, que existió cierto grado de descoordinación en la toma de decisiones.

Coincido con la corriente de opinión reflejada en los medios por las siguientes razones:

-El secuestro del barco español no fue considerado como una situación de crisis desde el primer minuto. El gabinete de crisis tarda semanas en convocarse y al frente del mismo se sucede la vicepresidenta primera del Gobierno, Fernández de la Vega y el presidente del mismo, Rodríguez Zapatero.

-El gabinete de crisis se estableció más como una denominación que como un órgano eficaz. Lo refleja el hecho de la incoherencia en las declaraciones públicas de los ministros y la ausencia, por tanto, de un portavoz único que trasladara un solo mensaje a los ciudadanos.

-No puede existir estrategia comunicativa sin estrategia política. La ausencia de una línea clara de actuación y la distribución de los roles, provocó la superposición de mensajes y la descoordinación. En otras palabras, al no existir una política clara resultaba imposible establecer un mensaje único que ofrecer a los ciudadanos.

-En perspectiva, la detención de los dos piratas resultó un error. Quizá sea éste el punto que determine el fracaso estratégico de la operación del Ejecutivo. Al ordenar detener a los corsarios, el gabinete de crisis sustituía el objetivo principal de su actuación. Es decir, se dejó en un segundo plano el objetivo esencial, liberar a los secuestrados, y se estableció uno nuevo, acabar con la piratería en las costas de Somalia. Además, en esa toma de decisiones, se olvidó o menospreció la realidad de que un régimen democrático nunca puede llegar a los extremos que manejan los delincuentes, por lo que estratégicamente hablando, la detención de los piratas no se convertía en una ventaja, sino en un lastre para la operación de rescate.

Es, precisamente, el establecimiento de unos objetivos claros y prioritarios los que determinan el éxito en la gestión de una crisis y dado que por momentos no se aplicaron actuaciones coherentes a esos objetivos, la afirmación del portavoz socialista en el Congreso es más que discutible. Y supone una manifestación de vanidad de la que el Gobierno debería huir en estos momentos en los que el 85% de españoles, según el CIS, califican de regular, mala o muy mala, su gestión.

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