3 de noviembre de 2008

Si Obama es presidente


Es lo que lleva persiguiendo desde hace casi dos años, cuando comenzó la campaña electoral o quizá desde hace cuatro, momento en el que saltó al ruedo de la política nacional estadounidense con su recordado discurso en la Convención Demócrata que eligió a John Kerry como candidato a la presidencia en 2004.

La expectación que la elección de mañana ha despertado no podría entenderse sin la figura de Barack Obama. Su mensaje de “esperanza” y “cambio” encaja a la perfección en un marco donde la realidad se explica en clave de crisis: financiera, por la ambición desmedida de las entidades de crédito; económica, por la pérdida de poder adquisitivo de las familias; de credibilidad, por el desgaste que a los Estados Unidos les ha supuesto sus aventuras bélicas en solitario por Oriente Medio; y de identidad, porque en el fondo, EE.UU aún no se ha amoldado a la lógica del mundo tras la Guerra Fría y, en tanto, no ha sabido reenfocar la lógica de valores que defendía en ese contexto.

Semejante descrédito en todos los ámbitos hace que el nuevo presidente americano herede tal número de dificultades que incluso a George W.Bush, responsable de algunos de ellos, le parezca una empresa de difícil arreglo. Junto a ello, la repercusión de la marca Obama en todo el mundo, le añade predisposición al entendimiento entre los países “amigos”, pero también presión. El hasta mañana candidato demócrata debe saber que el mundo, o al menos esa parte conocida como “Occidente”, le está esperando. Que no sólo los estadounidenses confían, veremos en qué número, en su capacidad para repensar su país, sino que también sus aliados actuales esperan de él a un líder que contribuya a sacarlos de la situación imposible en la que están sumergidos.

En un terreno más práctico, será interesante ver como el presidente Obama gestiona su popularidad, sobre todo porque la crisis financiera le impedirá llevar a cabo algunos de sus planes de mayor calado en el terreno de la ayuda asistencial. Durante los debates, Obama eludió la respuesta directa a la cuestión de qué parte de su programa no podría aplicar a corto plazo, pero parece obvio que en la coyuntura actual deberá moderar la inversión del Estado, aunque él confía en que el recorte del gasto militar en Irak ayude a cubrir esa otra partida presupuestaria. A nivel internacional es conocido su proyecto de retirar de manera paulatina a las tropas estadounidenses de ese país y centrar los esfuerzos en replantear la estrategia en Afganistán. Para ello, que nadie dude que solicitará la ayuda de sus aliados europeos, entre ellos España, que deberá decidir si asume el riesgo de aumentar sus tropas en un terreno conflictivo, persuadido por la convicción del nuevo líder estadounidense. En todo caso, la ola favorable que despertaría la elección de Obama parece la mejor manera de replantear situaciones en las que la unilateralidad era el camino elegido hasta la fecha. La respuesta a Irán y el previsible cambio de postura con respecto a Pakistán serán las otras decisiones que determinarán la influencia de Estados Unidos en la zona y en relación con sus aliados.

No obstante y más allá de quién gane la elección de mañana, no cabe duda de que, como explica Lluis Bassets en su blog, Estados Unidos cierra una era, la comenzada por Reagan e inicia una nueva etapa en la que los hechos han hablado y sus consecuencias han sido desastrosas. Estados Unidos elige a su presidente para el mundo del siglo XXI.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy de acuerdo, aunque debe cuidar Obama de no dejar a los pies de los caballos a cuantos la doctrina Bush animó a arriesgarse --cuidado con la retirada de tropas en Irak, por ejemplo: que no sea una carta en blanco a los terroristas y los partidarios de una teocracia medieval: la guerra si que no serviría entonces para nada.