Aunque no pretendemos hacer a ningún candidato esclavo de sus declaraciones (sí de sus promesas), más aún cuando se realizan en situaciones altamente emotivas, hemos advertido un pasaje sorpredente a la vista de los actuales acontecimientos, en el discurso del senador McCain ante los suyos en la convención republicana celebrada de Minnesota a comienzos del mes de septiembre:
“Un comentario para el senador Obama y sus partidarios. Nos las vamos a ver durante los dos próximos meses. Esa es la naturaleza de estas competiciones y hay grandes diferencias entre nosotros. Pero usted tiene mi respeto y admiración. Pese a nuestras diferencias, nos une mucho más que los que nos separa. Somos compatriotas, un vínculo que para mi significa más que cualquier otro. Estamos entregados a la proposición de que todas las personas son creadas iguales y dotadas por nuestro Creador con derechos inalienables. Ningún país ha contado con una causa más grande que ésa. Y yo no sería un estadounidense digno del nombre si no rindiera homenaje al senador Obama y sus partidarios por su proeza”.
Mucho tendría que cambiar el guión previsto para que el duelo de esta madrugada gire en torno a estas directrices y no a las de crispación que se esperan.
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