Hablábamos hace unos días, de la iniciativa de Obama de buscar el voto en un territorio “hostil” para sus intereses, como lo es Ohio. En el estado de la región de los Grandes Lagos, el candidato demócrata se echó a la calle y fue puerta por puerta buscando el voto de los electores, medida que calificamos como acertada por razones ya comentadas. Pues bien, John McCain parece haber tomado ejemplo del camino emprendido por su contrincante y se ha propuesto un “más difícil todavía”; hacerse con los 21 delegados de Pensilvania. La tozudez, si podemos llamarlo así, de ambos candidatos se debe a la enorme importancia de los dos estados en la designación del próximo presidente de Estados Unidos. Sin ir más lejos, Ohio decidió las últimas elecciones.
Así que McCain ha decidido poner toda la carne en el asador, por mucho que las encuestas pongan su moral a prueba y que miembros de su propio partido (Colin Powell) afirmen públicamente su devoción por el candidato demócrata. Con su iniciativa, McCain deja de ampararse en aspectos ajenos a su campaña (como la mejora de la economía) y se convierte en protagonista, lo que ya es todo un cambio respecto a tácticas pasadas y un acierto, pues tiene poco que perder a estas alturas.
Pero también hay que señalar que, más allá de la acción puntual emprendida por el republicano, volvemos a observar una tónica habitual en estas elecciones; la candidatura de McCain tiene dificultades para llevar la iniciativa de la campaña y, cuando lo hace, establece límites éticamente reprochables, como al relacionar a Obama con el terrorista Ayers. La razón pudiera deberse a que el lenguaje de Obama ha calado de manera tan generalizada durante la campaña electoral, que los republicanos se encuentran ante una situación desconocida, pues normalmente ha sido la retórica conservadora la que ha repartido las cartas con las que jugar.
Sea como fuere, veremos si a McCain su apuesta le da resultado a dos semanas para conocer al presidente 44 de Estados Unidos.
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