5 de diciembre de 2008

Chávez como definición de Venezuela


Explica el publicista Juan Campmany en su libro “El efecto ZP” la sorpresa que le causó la gran determinación con la que la ejecutiva socialista requirió de sus servicios para establecer la estrategia comunicativa que hubo de guiarlos a La Moncloa. La solicitud se le realizó con tres años de adelantó sobre la fecha electoral.

Algo parecido debe haber pensado Hugo Chávez, o tal vez se trate, simplemente, de la aplicación del Plan B tras la celebración de las elecciones municipales y sus dudosos resultados para los intereses chavistas. El presidente venezolano no ha dejado pasar más tiempo para contradecir los dictados de la constitución del país y autoproclamarse como candidato para las elecciones de 2012. Y para ello, necesita de una reforma en la carta magna que borre los restos de tinta que prohíben a un presidente presentarse por tercera vez a unos comicios.

Sin ser demasiado exhaustivos, podemos afirmar que el éxito de Chávez en su país se debe, entre otros motivos, a su capacidad para conectar con los auditorios a los que se dirige. En grandes mítines traslada una actitud cercana sin desechar el mensaje agresivo contra la oposición o el enemigo inventado de turno, preferentemente Estados Unidos. Conviven en él una fachada de respeto a la legalidad y otra que “vende” a sus seguidores como una necesidad vital para el pueblo venezolano. Las contradicciones son abundantes, pero el tono de sus palabras las encubren. Sirva el siguiente ejemplo: “Las candidaturas deben salir de las bases y hay que respetar la disciplina y las normas del partido, pero yo me atrevo ahora mismo a postularme, porque en el partido nos autopostulamos. Yo, desde ahora mismo, me autopostulo como precandidato presidencial para el año 2012.

En otros foros, como cumbres internacionales o encuentros con distintos mandatarios extranjeros, Chávez adopta la postura más conciliadora. Véase el caso de España. El presidente venezolano ahonda en los lazos de unión entre ambos pueblos, en los paralelismos culturales y en el entendimiento empresarial, cuando se reúne, en este caso, con el presidente Zapatero. Y ello no imposibilita que a su regreso a Caracas, lance a sus votantes un mensaje belicoso y agresivo en contra de los intereses empresariales españoles en el país o, decididamente, contra las instituciones españolas.

Además de la retórica, la puesta en escena es otra de las claves del éxito chavista. Tras la convocatoria de las elecciones municipales, Chávez exhortó a sus seguidores a salir a la calle vestidos de rojo. Esta exaltación es muy propia de quienes conceden una importancia relativa a lo que decidan las urnas. Del mismo modo, el presidente venezolano viste de rojo para transmitir un mensaje de cercanía a su pueblo, y de traje como fórmula que le conceda respetabilidad de puertas a fuera.

No obstante y, pese a lo que pudiera parecer, el mensaje y la actitud de Chávez no son en ningún caso contradictorios. Lo histriónico de su actitud le permite simultanear diversas fórmulas en función del marco en el que se encuentre. Pero, al mismo tiempo, semejante actitud trae consigo un desgaste considerable y quizá aquí resida el motivo por el que Chávez quiere convocar un referéndum en un plazo tan corto como el que resta a febrero. Si es capaz de introducir a su país en una realidad de urgencia electoral, en un marco de decisiva importancia para el futuro de Venezuela, poco importará que aún resten seis años para los próximos comicios generales o que la repetición de este referéndum suponga una práctica reprochable, pues Chávez tendrá grandes posibilidades de vencer de nuevo.

De lo que se trata es de la capacidad de unos y otros para centrar el debate. En definitiva, pocos apostarían por Chávez si la discusión girara alrededor de los problemas estructurales del país, como la delincuencia, o, en general, el “debe” y el “haber” de su Gobierno. Pero la respuesta cambiaría si el protagonismo se plantea sobre su figura. Y Chávez nunca ha dejado de aplicar esta lección.

0 comentarios: