20 de enero de 2009

Obama, su discurso y el futuro


Del discurso que dé esta tarde (hora española) Barack Obama se ha especulado enormemente, algo que no sorprende teniendo en cuenta la magnitud del personaje al que nos referimos. Ayer mismo, conocíamos al joven encargado de redactar los discursos del todavía presidente electo. Su historia, al igual que la de Obama, es sorprendente aún más si cabe a ojos de los europeos o, en definitiva, cualquier persona no estadounidense.

Jon Favreu, que así se llama el colaborador de Obama, tuvo el valor primero de corregir al entonces senador por Illinois en un ensayo de la Convención Demócrata de 2004 y, después, de pedirle trabajo cuando se quedó sin empleo. Y, a la vista de los hechos, es obvio que ambos acertaron cuando decidieron trabajar juntos en la vital tarea de dirigirse al mundo a través de los discursos.

Durante la campaña electoral comentábamos los acertados guiños de Obama a targets claves para su nominación, sobre todo la clase media e inmigrantes, la inclusión de “titulares” en cada una de sus alocuciones, y el lanzamiento de mensajes emotivo basados en valores de los que Obama se adueño, como “esperanza” y “cambio”, lo que hoy se espera del que se convertirá en el presidente 44 de Estados Unidos es una empresa tan fácil de explicar como difícil de cumplir. Se trata de añadir las dosis de realismo necesarios que no comprometan su mandato y, además, mantener el alma del discurso que le caracteriza, afianzado sobre los valores comentados. Traducido a la realidad y por lo que se ha podido saber, Obama presentará los enormes retos actuales que afronta su país como una oportunidad inmejorable para el trabajo en común y la superación del pueblo norteamericano y se apoyará en la historia de Estados Unidos para avalar esta postura.

Pero también hay que valorar que esos retos le servirán a Obama en clave electoral. Es semejante la empresa que emprende, que a nadie le puede extrañar que necesite más de cuatro años para realizarla y, este hecho también estará presente en su discurso, al menos de manera implícita.

No obstante y sin desdeñar la trascendencia de un discurso de estas características, si nos trasladamos al terreno de lo práctico, lo trascendente comenzará entrada ya la madrugada (hora española), cuando Obama y su familia se traslade a la Casa Blanca y comience, al fin, la toma de decisiones. Superado el discurso, convertido en un fin en sí mismo y en una competición con otros primigenios para convertirse en el más conmovedor y esperanzador, los efectos de la retórica se aplacarán tibiamente para Obama a partir del jueves, cuando los periódicos abran sus ediciones valorando una u otra decisión de la esperada Administración Obama.

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