9 de junio de 2009

Un liderazgo alternativo; el problema laborista


Para que vean de la importancia de los matices, valga el ejemplo del laborismo británico. Auto proclamado como “tercera vía” en su llegada al poder en 1997, doce años más tarde se ha despertado como “tercera fuerza” entre la competencia partidista británica. Las elecciones municipales y las europeas han dado el golpe de gracia a esta formación que se encuentra a la deriva, con una cabeza visible que agoniza y, lo que es peor, sin vislumbrar ninguna alternativa entre sus filas.

Así que Brown y su partido se encuentran ahora ante la disyuntiva de dimitir o continuar hasta que se perfile un relevo. Entre medias, la mitad del gabinete del premier, así como su grupo parlamentario, le ha dado la espalda, convirtiendo al Reino Unido en un país bloqueado institucionalmente. Sin duda la situación es paradójica, porque mientras los “rebeldes” abandonan sus puestos y piden a gritos la marcha de Brown, nadie es capaz de dar un paso al frente y declararse candidato, por lo que la moción de censura interna sobre el ex ministro de Hacienda se convierte en una misión imposible.

La secuencia de hechos desde que Tony Blair dejara el poder en manos de Brown en 2007 tiene algo de justicia poética. Entonces, era el ministro aspirante el que azuzaba a su líder para que se marchara y con él, el desastre de la guerra de Irak que tan mal había sentado en la imagen del laborismo británico. Apenas dos años más tarde, el entonces impaciente aspirante pasa por el trance de ver como le señalan a él como el problema, pero sin la ventaja estratégica de tener un sucesor sobre el que descargar la dosis de impopularidad que desde su etapa como primer ministro le ha acompañado. Porque, en resumen, algo falla cuando un presidente vive su mejor ciclo de popularidad durante una etapa de gravísima crisis financiera.

Viendo en perspectiva el crecimiento y desplome del laborismo, observamos que si bien las desencadenantes han tenido que ver con la proliferación de varios casos de irresponsabilidad en el gasto de los parlamentarios, el problema estructural bien podría referirse al tipo de liderazgo ejercido en el partido desde comienzos de los años 90. Por los hechos que comprobamos y la incapacidad del partido para renovarse, podríamos concluir que bajo el rostro de facciones relajadas y gesto amable de Tony Blair, se encontraba un hombre que ejercía un liderazgo caudillista y personalista, propio de aquellas opciones políticas de poco recorrido histórico y que deben paliar el temor del elector hacia lo novedoso con un carisma arrollador. En España podríamos ver similitudes en la reciente UPyD, encabezada por Rosa Díez.
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Más que la polémica por el gasto de los parlamentarios, el problema está en buscar una alternativa al liderazgo caudillista ejercido
por Blair al frente del Partido Laborista
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Este hecho produce que, a la larga, y doce años gobernando en el caso británico es un largo plazo, se acaben por agotar las virtudes del líder, conduciendo al partido hacia un callejón sin salida, pues lo conocido ya no sirve y lo desconocido simplemente no existe porque durante la etapa anterior se ha alentado a la cohesión y el cierre de filas como métodos para la asimilación de la nueva vía.

Por todo ello, la etapa por la que actualmente transita el laborismo británico no tiene nada de extraordinario. Más bien, supone su entrada en el establishment institucional, siempre y cuando entiendan que los problemas que viven en estos días provienen de las virtudes que aplaudieron en el comienzo.

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