25 de noviembre de 2008

Venezuela y Nicaragua tras las elecciones


Ayer planteábamos la situación en la que queda Venezuela tras la celebración de sus elecciones municipales, mostrando una cautela poco compartida en el terreno mediático, sobre el nivel de la derrota del chavismo en esos comicios. La prudencia se justifica por el tipo de elecciones celebradas y porque, en definitiva, Chávez sigue contando con el apoyo de una mayoría aplastante del país (77%) y además no tiene un rival visible entre la oposición, por más que algunos elementos le sean contrarios, como la posibilidad de que pierda feudos electorales tradicionales, como el voto de los pobres.

Con opositores y oficialistas aparentemente felices por los resultados, se advierte otra tendencia dentro de Latinoamérica. A propósito de la desvergüenza del gobierno Ortega respecto a las elecciones municipales en Nicaragua, la Organización de Estados Americanos ha rechazado la moción que el presidente sandinista, con el apoyo de Chávez, promovió contra el máximo representante de dicha organización, por manifestar serias dudas acerca de la legitimidad de los resultados electorales. El hartazgo ante la verborrea y el despotismo de mandatarios como Ortega, comienza a ser común denominador entre los países de su entorno.

Porque en Nicaragua la situación no puede ser más caótica. Doce días después de la celebración de las municipales, el Consejo Supremo Electoral dio a conocer el escrutinio final en el que, como no podía ser de otra manera el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, se alza con la victoria, consiguiendo 105 alcaldías, entre ellas Managua, la capital, que será gobernada por el ex boxeador Alexis Argüello. Mientras, el Partido Liberal Constitucionalista, PLC, gana en 37 municipios y la Alianza Liberal Nicaragüense, ALN, conquista 4 ayuntamientos. Antes de las votaciones, el FSLN mantenía el poder en 87 corporaciones y el PLC en 57. En ese margen de tiempo, los brutales enfrentamientos entre seguidores sandinistas y liberales han dejado un saldo de dos fallecidos por la ola de violencia que invadió el país y numerosos heridos en todo el territorio nicaragüense.

El líder liberal, Eduardo Montealegre, que mostró resultados favorables al PLC a partir de las actas recogidas por su partido en varias mesas de votación, acusó al CSE de fraude y se negó a reconocer el veredicto emitido por el tribunal electoral. A la par, la ausencia de observadores imparciales ha hecho crecer, paulatinamente, un clamor de desconfianza entre liberales, medios de comunicación, representantes eclesiásticos y organismos internacionales como la mencionada OEA. El proyecto de ley anunciado por Montealegre cuenta ya con los 47 votos favorables para ver prosperar su demanda de anulación del proceso, aunque se enfrenta ahora con el decreto presidencial promulgado por Ortega que reconoce en su conjunto el fallo inapelable del CSE. Se observa así el patrón de actuación de Ortega; por una parte, alienta las revueltas callejeras en busca de una política de hechos consumados y, por otro lado, manipula órganos institucionales, como el CSE, con el mismo objetivo.

Y junto a él, el presidente Chávez, respaldando al socio en la lucha por la Revolución, ayudándole en la búsqueda de enemigos simbólicos y de espaldas a las miserias de sociedades rotas por la retórica belicista de políticos irresponsables cuando no por actuaciones del mismo estilo.

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